28 febrero 2006

Caminos

He andado muchos caminos
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares
y atracado en cien riberas.

En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra.

Y pedantones al paño
que miran, callan y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.

Mala gente que camina
y va apestando la tierra...

Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.

Nunca, si llegan a un sitio
preguntan a donde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja.

Y no conocen la prisa
ni aún en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino,
donde no hay vino, agua fresca.

Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y un día como tantos,
descansan bajo la tierra.
Antonio Machado
Y yo, por el contrario, solo he andado unos pocos. Pero conozco a esta gente, este “tipo humano”.
Son pocos, es cierto. Pero se notan, se hacen notar. Y no como esos monigotes e imbéciles solemnes a los que estamos ´–¡ay!– tan acostumbrados.
Estos se hacen notar precisamente por lo contrario... porque pasan desapercibidos.
Los ves, quizás, en la oficina, en ese compañero silencioso pero afable, taciturno pero educado, que nunca tiene problemas con nadie pero que, a la vez, genera en los demás un instintivo respeto.
O es ese cierto amigo, al que le admirás su modo de ser profundamente católico y disfrutar de pleno de todo aquello que llamamos “vida” y, además, sin jactancia ni soberbia, hacer las cosas bien y saber que las hace bien.
Anoto, como XavMP, la frase de Ens “más católico que hacerse el católico para poder tomar cerveza a baldes, es ser católico y tomar cerveza”. Ese es un ejemplo que toca la médula.
Y, por eso, Machado sentencia bien: “donde hay vino, beben vino/ donde no hay vino, agua fresca”.
Perdonen, es sólo una disgresión. Pensaba en gente que conozco; de las buenas y de las malas.

23 febrero 2006

Pedir

Pedir serenidad es pedir todo. Si, como se dice, “la pereza es la madre de todos los vicios”, la serenidad, hermana de la pereza (tan parecidas, tan distintas), habrá de ser la madre de las virtudes.
Es que no se es justo en la precipitación, en el juicio irreflexivo; no se es templado en el trajín irrefrenable, en la decisión no reposada; no se es prudente sin valorar las cosas desde la calma interior; no se es fuerte sin medir, en calma, los embates de la vida.
Casi quisiera corregirlo a Aristóteles. No es la justicia, es la serenidad ese lucero mas brillante que todas las estrellas. La virtud que presupone las demás.
Serenidad
Serenidad, seamos siempre buenos
amigos. Caminemos reposada-
mente. La frente siempre sosegada
y siempre sosegada el alma. Menos

mal que bebí de tus venenos,
inquietud, y no me supiste a nada.
El aire se serena, remansada
música suena de acordes serenos.

No moverán la hoja sostenida
con mis dedos, a contra firmamento
en medio del camino de mi vida.

Vísteme de hermosura el pensamiento,
serenidad, perennemente unida
al árbol de mi vida a contra viento.

Blas de Otero
Pedir serenidad es pedir todo. Es pedir la brújula fiel en el camino de la santidad.

22 febrero 2006

In memoriam

A un año de su partida, un pequeño homenaje a un santo silencioso anónimo que jugó todas sus cartas y, nadie lo duda, ganó con creces La Partida. Hoy nos ayuda en la nuestra desde el cielo.
Contigo, mano a mano. Y no retiro
la postura, Señor. Jugamos fuerte.
Empeñada partida en que la muerte
será baza final. Apuesto. Miro

tus cartas y me ganas siempre. Tiro
las mías. Das de nuevo. Quiero hacerte
trampas. Ya no es posible. Clara suerte
tienes, contrario en el que tanto admiro.

Pierdo mucho, Señor. Y apenas queda
tiempo para el desquite. Haz Tú que pueda
igualar todavía. Si mi parte

no basta ya por pobre y mal jugada,
si de tanto caudal no queda nada,
ámame más, Señor, para ganarte.
José García Nieto

20 febrero 2006

Reina de las Hadas


A propósito de las hadas y a partir de este interesante comentario y su cita (¡tengo que acordarme de comprar ese libro!), traigo este maravilloso “Pequeño poema infantil” de Rubén Darío.
Una imagen curiosa y especialmente perturbadora: la Virgen María como Reina de las Hadas (suena raro, ¿no?).
Las hadas, las bellas hadas,
existen, mi dulce niña,
Juana de Arco las vio aladas,
en la campiña.

Las vio al dejar el mirab,
ha largo tiempo, Mahoma.
Más chica que una paloma,
Shakespeare vio a la Reina Mab.

Las hadas decían cosas
en la cuna
de las princesas antiguas:
que si iban a ser dichosas
o bellas como la luna;
o frases raras y ambiguas.

Con sus diademas y alas,
pequeñas como azucenas,
había hadas que eran buenas
y había hadas que eran malas.

Y había una jorobada,
la de profecía odiosa:
la llamada
Carabosa.

Si ésta llegaba a la cuna
de las suaves princesitas,
no se libraba ninguna
de sus palabras malditas.

Y esa hada era muy fea,
como son
feos toda mala idea
y todo mal corazón.

Cuando naciste, preciosa,
no tuviste hadas paganas,
ni la horrible Carabosa
ni sus graciosas hermanas.

Ni Mab, que en los sueños anda,
ni las que celebran fiesta
en la mágica floresta
de Brocelianda.

Y, ¿sabes tú, niña mía,
por qué ningún hada había?
Porque allí
estaba cerca de ti
quien tu nacer bendecía:

Reina más que todas ellas:
la Reina de las Estrellas,
la dulce Virgen María.

Que ella tu senda bendiga,
como tu Madre y tu amiga;
con sus divinos consuelos
no temas infernal guerra;
que perfume tus anhelos
su nombre que el mal destierra,
pues ella aroma los cielos
y la tierra.

17 febrero 2006

Nueva entrada.

16 febrero 2006

Flor y ruina

Flor de cieno
Yo soy como una choza solitaria
Que el viento huracanado desmorona
Y en cuyas piedras húmedas entona
Hosco búho su endecha funeraria.

Por fuera sólo es urna cineraria
Sin inscripción, ni fecha, ni corona;
Mas dentro, donde el cieno se amontona,
Abre sus hojas fresca pasionaria.

Huyen los hombres al oír el canto
Del búho que en la atmósfera se pierde,
Y, sin que sepan reprimir su espanto,

No ven que, como planta siempre verde,
Entre el negro raudal de mi amargura
Guarda mi corazón su esencia pura.
Julián del Casal.

Esta suele ser, a veces, la equivocada una representación de lo que los cristianos vemos en la constitución del hombre. Por fuera, ruinas, mausoleos espantables; por dentro, una flor extraña y bella.
¿A qué viene esto?. Son reflexiones traídas por la lectura de Deus caritas est.
Esta es la cita: “El hombre es realmente él mismo cuando cuerpo y alma forman una unidad íntima... Si el hombre pretendiera ser sólo espíritu y quisiera rechazar la carne como si fuera una herencia meramente animal, espíritu y cuerpo perderían su dignidad” (DCE, 5).
El secreto es lograr que la flor salga a la luz, se muestre, se insinúe.
Pero con cuidado, es una flor delicada.

14 febrero 2006

¿Por qué doblan las campanas?

¡Ah sí; campanas!. Gracias a estos tres posts por el recuerdo... y a los últimos dos los envidio sanamente. Nunca me tocó ser campanero. ¡Cómo me hubiera gustado!, aún hoy daría cualquier cosa por tocar las campanas en una iglesia de por aquí, cualquiera (las de Inmaculada Concepción de Tigre; o las del Convento de las Benedictinas de San Fernando).
No sé que tendrán. A nadie le es inmune. De alguna manera, por alguna razón, las campanadas deben hacer eco en alguna fibra íntima de las personas, algo perturban dentro de uno.
Quien sabe, quizás por eso estén desapareciendo. Despabilan, despiertan, nos ponen en marcha.
Y, hoy, eso está mal. Hoy se impone vivir anestesiado.

Y, siguiendo mi vicio consuetudinario, Juan Ignacio, Hache y Finitud, además de campanadas, me trajeron a la memoria esta poesía (costó encontrarla).
Las campanas
Yo las amo, yo las oigo
cual oigo el rumor del viento,
el murmurar de la fuente
o el balido del cordero.

Como los pájaros, ellas,
tan pronto asoma en los cielos
el primer rayo del alba,
le saludan con sus ecos.

Y en sus notas, que van repitiéndose
por los llanos y los cerros,
hay algo de candoroso,
de apacible y de halagüeño.

Si por siempre enmudecieran,
¡qué tristeza en el aire y el cielo!,
¡qué silencio en las iglesias!,
¡qué extrañeza entre los muertos!

Rosalía de Castro

10 febrero 2006

¿Qué es Cuaderna?

Cuaderna, lo habrán notado, es siempre una conjunción de poesía y algo mas. Un tema, un acontecimiento, una observación. Poesía y realidad.
Esto no es caprichoso.
Es que Cuaderna parte desde una constatación incontrovertible. Un dogma.
Y, como todo dogma, no admite discusión.
Pero el problema es que en este caso, quien declara el dogma (es decir, yo) está lejos, muy lejos, de la infalibilidad.

En consecuencia, la heterodoxia, la no aceptación de este dogma es perfectamente admisible... aunque tenga un precio. Un castigo si se quiere.
La pena para el hereje, consiste en esto: negado el dogma, Cuaderna le sonará irremisiblemente falsa; y además...
Pero ¿qué es este dogma?; ¿En qué consiste?.

Creo que alguna vez ya adelanté algo, pero ahora quiero detenerme en ésto.
Parto, como dije, de una afirmación incontrovertible: de que la poesía (la buena poesía) es el modo mas perfecto para hablar de la esencia de las cosas, divinas y humanas.
El “decir poético” es el instrumento que mejor se ajusta a la naturaleza de las cosas; es la manera mas adecuada para hablar de ellas.

Pienso que esto es así sobre la base de dos premisas.
La primera es una constatación lingüística. La palabra, en cuanto escrita o hablada es incapaz de develar todo el ser de la cosa a la que hace referencia (esto también lo dije antes: como la palabra es signo, es un reflejo parcial de la cosa dado que si fuera un reflejo “total” sería la cosa misma).
Como consecuencia de lo dicho, si la palabra no se identifica perfectamente con la cosa nombrada , todo aquello que evoque la cosa pero no la nombre será un mejor modo de hablar de ella.
La segunda es de teoría literaria, poética. Es de la esencia de la poesía no hacer referencia directa de las cosas sino mostrarlas bajo una luz nueva, insinuarlas.
De aquí extrae la poesía su belleza (y su verdad ya que Verdad y Belleza son convertibles); de esta mirada siempre nueva y sorprendente que arroja sobre los objetos cotidianos.
En conclusión, el “decir poético”, al no nombrar las cosas directamente, no las limita ni coarta como lo hace la palabra, sino que las trae a la inteligencia en toda su plenitud.

La poesía es, si se quiere, la manera de hablar sobre lo que no es posible hablar. Es un traer a la palabra la riqueza infinita del ser, aquella “parte” del ente que no puede ser abarcada por el nombre de la cosa.

Esto es Cuaderna. Mi mas firme convicción de que, cuando escribo sobre algún tema, la poesía que agrego “habla” mas profundamente de él.
Dice mas que lo que yo pueda decir.

Por eso, quien no comparta este presupuesto verá la unión de mis comentarios con una poesía como un simple juego (en el mejor de los casos) o como una unión forzada y artificial de elementos heterogéneos.

08 febrero 2006

¿Por qué "Cuaderna"?

Mi obsesión son las palabras; mi vocación son las palabras. Juego con ellas, trabajo con ellas, las estudio, las presiento, las descubro, las moldeo, las adorno.
Vivo en un mundo (pequeño mundo) de palabras.
Este blog es sólo un lugar mas donde hago algo con ellas (“Cómo hacer cosas con palabras”, se titula un inquietante libro).
Y como me gustan las palabras prefiero de ellas ese delgado puente que las conecta –imperceptible, sutilmente– con las cosas que nombran. Con el mundo.
Esta relación, todos lo saben, se llama “semántica”. Y es un ámbito maravilloso en el que no todo es lo que parece y en el que siempre se descubre algo nuevo: un énfasis, un tinte, una entonación que entreabre la realidad (la Realidad) en nuevos horizontes.

¿Qué tiene que ver esto con el título de esta entrada?
Pues que, precisamente, mi decisión (¡creadora!) al iniciar este blog de llamarlo “Cuaderna” tiene su origen en esta riqueza semántica. Esta palabra tiene su dobleces, sus paradojas y sus insinuaciones.

CUADERNA es, en primer lugar, palabra cercana a “cuaderno”, esto es, un diario de navegación o guía de ruta (cuaderno de bitácora).

CUADERNA es, además, las piezas curvas que, encajadas en las quillas de los buques, arrancan a derecha e izquierda, en ramas simétricas, formando las costillas del casco.

CUADERNA es, también, la estrofa característica del Mester de Clerecía, de los siglos XIII y XIV; compuesta de cuatro versos alejandrinos monorrimos (cuaderna vía).

CUADERNA es, por último, la división geográfica de la entrañable “Comarca” de los hobbits.

En lo más alto de la borrachera colectiva, en la Glorieta de Siro, Adán Buenosayres demuestra a sus compañeros que la mente humana no puede no crear relaciones entre las palabras mas disímiles y “lejanas”. Cualquier unión de palabras, por más caótica o azarosa que parezca, inmediatamente se presenta a la inteligencia con una ligazón lógica.
(Les aseguro que es cierto. Hice la prueba cientos de veces, en todos lados, en cualquier momento y siempre, siempre, la mente encuentra una unión).

Esto es lo que me ocurrió con “Cuaderna”.
Estos significados, todos, adquirieron un sentido unánime en la construcción de este blog.
Cuaderna (el blog) es lo que ha unido estos mundos semánticos distantes.

CUADERNA es un “casi-cuaderno”, una especie de diario de navegación de ciertos aspectos de mi vida; pero no es un diario personal. En él vuelco algunas cosas (sólo algunas) que me son caras.

A su vez, representa el armazón con el que cotidianamente me enfrento a este mar que es la vida diaria. Mi “horizonte mental”, el tamiz desde el cual percibo el mundo está íntimamente constituido de las dos cosas esenciales que, también, conforman Cuaderna: poesía y catolicismo.
La alegoría es simple, casi infantil, y nada extraña a los católicos: Duc in altum.

También es donde quiero hacer confluir lo mejor de la poesía (y la peor: la mía). Y, como en aquella maravillosa época de la que la Cuaderna Vía es signo y referencia, amalgamar poesía y religión: mostrar el mundo en la metáfora; pero no en honor al mundo en sí, sino porque éste es reflejo de Dios.

Por fin, este blog es también un lugar de paz; al igual que las cuadernas de la Comarca. Afuera está el mundo “real”; allí acechan los enemigos, está la lucha. Pero aquí todo está en calma; las guerras exteriores sólo reverberan de tanto en tanto, como ecos lejanos.

07 febrero 2006

Aniversario


Se me pasó. Por unos días, nada más.
Es que fue el trajín del comienzo del año, las mil preocupaciones, los planes y las nuevas perspectivas.

El 2 de febrero este pequeño y modesto blog cumplió su primer año de vida.

En verdad, debo reconocerlo, estoy orgulloso. Es que Voluntad no es mi fuerte. Nunca pensé que, con este tímido comienzo, iba a llegar a donde estoy.
Y no porque Cuaderna sea algo maravilloso, ni mucho menos; tampoco por que tenga grandes afluentes de visitas ni porque haya descubierto o develado algo nuevo en mí. De hecho, fue pensado como un espacio anónimo. Pocos saben que lo tengo; es más, Cuaderna transcurrió alegremente en el anonimato hasta que me “descubrieron” aquí.

Transcurrido este año, me atreveré, en estos días, a algunas definiciones.

Cuaderna ya tiene su personalidad, su color definido, sus objetivos claros y su metodología testeada. Tiene padres (ya hablaremos de ellos), tiene hijos (ídem) y tiene “amigos” y “hermanos” (ídem, ídem).
No es que Cuaderna me “sirva” en el sentido mas prosaico de la palabra. Es más, no sirve para nada, a veces ni siquiera para ser leído; pero por lo menos hoy puedo reconocerle un esqueleto que lo mantiene en pie y un motor que lo mueve.

Por eso, en estos días, intentaré responder (responderme) algunas preguntas.
Para empezar, la próxima entrada:

¿Por qué “Cuaderna”?

06 febrero 2006

Alegoría, confesión y blogs

Estuve, durante estas vacaciones, leyendo algunas cosas sobre la alegoría (ya comentaré el libro aquí). Y, como siempre que me “meto” en un tema, empiezo a descubrirlo en todos lados.
Y llegué a la exagerada conclusión de que la razón humana, además de “raciocinar” analógicamente, lo hace también (especialmente en termas morales) alegóricamente.
Por ejemplo, hablamos de “nuestra” pereza, de “nuestra” voluntad, de “nuestra” inteligencia” como si fueran objetos o seres que son nuestros pero no son nosotros mismos. Y en realidad no es así, sino que somos nuestra pereza o nuestra inteligencia, o lo que sea.
Esto tiene sus pros y sus contras.
Es bueno porque nos permite objetivar nuestros defectos y virtudes y, a partir de allí, analizarlos, y cambiarlos si cabe.
Es malo porque así nos pensamos “alejados” de ellos y, especialmente en lo que a nuestros vicios y pecados se refiere, tendemos a juzgarlos con mayor benignidad creyendo que nuestro juicio es objetivo y, valga la redundancia, justo.
Trasladamos nuestro error a esta especie de entelequia que creamos.
La culpa no es nuestra, es de la envidia “que me invadió” o del odio “que me asaltó”.

Porque es una objetivación de nuestros sentimientos más íntimos, este tipo de alegoría es un recurrente tema poético (la poesía es precisamente eso: objetivar, poner en papel, los sentimientos y la visión del mundo del poeta).
Por ejemplo, en ésta de Victoria Ocampo.
Al rencor
No vengas, te conjuro, con tus piedras;
con tu vetusto horror con tu consejo;
con tu escudo brillante con tu espejo;
con tu verdor insólito de hiedras.

En aquel árbol la torcaza es mía;
no cubras con tus gritos su canción;
me conmueve, me llega al corazón,
repudia el mármol de tu mano fría.

Te reconozco siempre. No, no vengas.
Prometí no mirar tu aviesa cara
cada vez que lloré sola en tu avara
desolación. Y si de mí te vengas,

que épica sea al menos tu venganza
y no cobarde, oscura, impenitente,
agazapada en cada sombra ausente,
fingiendo que jamás hiere tu lanza.

Entre rosas, jazmines que envenenas,
¿por qué no te ultimé yo en mi otra vida?
Haz brotar sangre al menos de mi herida,
que estoy cansada de morir apenas.
En síntesis: esta idea de “deshacernos” de nuestros vicios mediante su alegorización es muy buena... pero muy peligrosa.

Es más, probablemente la existencia de estos blogs de “temática personal” (como éste) tenga su causa profunda en esta necesidad humana de alegorizar nuestras miserias, nuestros pecados. Hablando de ellos, refiriéndonos a ellos como si fueran “ajenos” estamos intentando redimirnos; purificarnos al expulsarlos (alegoría, alegoría) de nuestro ser.

Extraña conclusión al correr de la pluma (o, mejor dicho, del teclado).
Resulta que la actividad “blogoide” tiene mucho que ver con la confesión. Decimos, hablamos; en fin, confesamos de viva voz nuestras ruindades a la máquina para librarnos de ellas.
El blog hace las veces del sacerdote, y el “ciberespacio” las de Dios.
Pero no hay quien otorge el perdón. No hay “ego te absolvo”.


Y tampoco hay Gracia, claro.

02 febrero 2006

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