Caminos
He andado muchos caminos
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares
y atracado en cien riberas.
En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra.
Y pedantones al paño
que miran, callan y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.
Mala gente que camina
y va apestando la tierra...
Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.
Nunca, si llegan a un sitio
preguntan a donde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja.
Y no conocen la prisa
ni aún en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino,
donde no hay vino, agua fresca.
Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y un día como tantos,
descansan bajo la tierra.
Antonio Machado
Son pocos, es cierto. Pero se notan, se hacen notar. Y no como esos monigotes e imbéciles solemnes a los que estamos ´–¡ay!– tan acostumbrados.
Estos se hacen notar precisamente por lo contrario... porque pasan desapercibidos.
Los ves, quizás, en la oficina, en ese compañero silencioso pero afable, taciturno pero educado, que nunca tiene problemas con nadie pero que, a la vez, genera en los demás un instintivo respeto.
O es ese cierto amigo, al que le admirás su modo de ser profundamente católico y disfrutar de pleno de todo aquello que llamamos “vida” y, además, sin jactancia ni soberbia, hacer las cosas bien y saber que las hace bien.
Anoto, como XavMP, la frase de Ens “más católico que hacerse el católico para poder tomar cerveza a baldes, es ser católico y tomar cerveza”. Ese es un ejemplo que toca la médula.
Y, por eso, Machado sentencia bien: “donde hay vino, beben vino/ donde no hay vino, agua fresca”.