Nocturno
A la nocheNoche fabricadora de embelecos,
loca, imaginativa, quimerista,
que muestras al que en ti su bien conquista,
los montes llanos y los mares secos;
habitadora de cerebros huecos,
mecánica, filósofa, alquimista,
encubridora vil, lince sin vista,
espantadiza de tus mismos ecos;
la sombra, el miedo, el mal se te atribuya,
solícita, poeta, enferma, fría,
manos del bravo y pies del fugitivo.
Que vele o duerma, media vida es tuya;
si velo, te lo pago con el día,
y si duermo, no siento lo que vivo.
Federico García Lorca
Es como hablar con la ausencia, o con un paisaje. Uno se encara con ella y le dice cuanto se le da la gana. Total no va a responder.
Pero ese silencio, en especial ese silencio nocturno a veces (no siempre, a veces; de tanto en tanto) se carga de respuestas.
De respuestas que no se escuchan o no se entienden. De respuestas que conozco como certeras. Unívocas respuestas a mis preguntas equívocas, taimadas.
Y así me doy cuenta de que ese silencio nocturno escucha, y aprende; responde, y enseña.
A veces no tener mas que oscuridad y silencio como respuesta es de lo mas elocuente.
Y lo mismo pasa con la oración.
Rezar es conversarle al silencio, a la noche. Pero a una noche plena, atenta. Y saber que muchas veces no habrá respuesta. O, mejor, saber que ese silencio es respuesta. Porque, antes de arrojar mi pregunta, ya sé cómo habrá de ser respondida.
Rezar es saber que siempre recibiremos las respuesta que Job. La misma respuesta.
Rezar es escuchar cuando:
El Señor respondió a Job desde la tempestad, diciendo: ¿Quién es ese que oscurece mi designio con palabras desprovistas de sentido? ¡Ajústate el cinturón como un guerrero: yo te preguntaré, y tú me instruirás!
¿Dónde estabas cuando yo fundaba la tierra? Indícalo, si eres capaz de entender. ¿Quién fijó sus medidas? ¿Lo sabes acaso? ¿Quién tendió sobre ella la cuerda para medir? ¿Sobre qué fueron hundidos sus pilares o quién asentó su piedra angular, mientras los astros de la mañana cantaban a coro y aclamaban todos los hijos de Dios? ¿Quién encerró con dos puertas al mar, cuando él salía a borbotones del seno materno, cuando le puse una nube por vestido y por pañales, densos nubarrones? (Job 38; 1, 9)