16 febrero 2006

Flor y ruina

Flor de cieno
Yo soy como una choza solitaria
Que el viento huracanado desmorona
Y en cuyas piedras húmedas entona
Hosco búho su endecha funeraria.

Por fuera sólo es urna cineraria
Sin inscripción, ni fecha, ni corona;
Mas dentro, donde el cieno se amontona,
Abre sus hojas fresca pasionaria.

Huyen los hombres al oír el canto
Del búho que en la atmósfera se pierde,
Y, sin que sepan reprimir su espanto,

No ven que, como planta siempre verde,
Entre el negro raudal de mi amargura
Guarda mi corazón su esencia pura.
Julián del Casal.

Esta suele ser, a veces, la equivocada una representación de lo que los cristianos vemos en la constitución del hombre. Por fuera, ruinas, mausoleos espantables; por dentro, una flor extraña y bella.
¿A qué viene esto?. Son reflexiones traídas por la lectura de Deus caritas est.
Esta es la cita: “El hombre es realmente él mismo cuando cuerpo y alma forman una unidad íntima... Si el hombre pretendiera ser sólo espíritu y quisiera rechazar la carne como si fuera una herencia meramente animal, espíritu y cuerpo perderían su dignidad” (DCE, 5).
El secreto es lograr que la flor salga a la luz, se muestre, se insinúe.
Pero con cuidado, es una flor delicada.