22 agosto 2005

Hace unos días estoy juntando valor para colgar alguna cosa mía. Debe ser algo casi climático o algo así porque se le ha dado por la poesía a éste y a éste, y a otros más.
Por eso, me acobardo (de nuevo).
Pero ocurre que, de tanto pensar en lo propio, no se me ha venido a la mente otra cosa para poner aquí. Por eso y al solo efecto de mantener este espacio activo copia una poesía de Manuel Acuña, un poeta mexicano del siglo pasado (perdón, del anterior).

LA BRISA
Aliento de la mañana
que vas robando en tu vuelo
la esencia pura y temprana
que la violeta lozana
despide en vapor al cielo.

Dime, soplo de la aurora,
brisa inconstante y ligera,
¿vas por ventura a esta hora
al valle que te enamora
y que gimiendo te espera?

¿O vas acaso a los nidos
de los jilgueros cantores
que en la espesura escondidos
te aguardan medio adormidos
sobre sus lechos de flores?

¿O vas anunciando acaso,
sopla del alba naciente,
al murmurar de tu paso,
que el muerto sol del ocaso
se alza un niño en Oriente?

Recoge tus leves alas,
brisa pura del Estío,
que los perfumes que exhalas
vas robando entre las galas
de las violetas del río.

Detén tu fugaz carrera
sobre las risueñas flores
de la loma y la pradera,
y ve a despertar ligera
al ángel de mis amores.

Y dile, brisa aromada,
con tu murmullo sonoro,
que ella es mi ilusión dorada,
y que en mi pecho grabada
como a mi vida la adoro.


En verdad, lo que escribe no me va ni me viene, pero esta tiene algo de entrañable y simple, y sobre la base de vaya a saber qué reminicencias y asociaciones mentales, cada tanto la recuerdo.