14 septiembre 2005

Hierro III

También esta poesía de Hierro, vale lo suyo.
Tiene dos temas fuertes.
Primero, sobre la misión del poeta, un alegato en pro de la perfecta conciencia de que toda "su obra" no es, en realidad, suya, sino sólo sumisión a las cosas de las que él es un simple mensajero, alguien que está obligado a explicitarlas, a ponerlas a contraluz.
El segundo es el sino del poeta como creador a partir de un cierto material que es caótico, y la limitación de su podería sobre él. Gobierno político, no despótico.
La misión de todo hombre, en su dimensión divina. Pero en el poeta es especialmente acuciante e innegable (tanto que ni Hierro -ni tantos otros- pueden negarlo): esa cierta participación en la capacidad creadora de Dios.
Porque de eso se trata: cuando Dios crea al hombre a su imagen y semejanza le atribuye también una cierta potencialidad creadora. Por supuesto que no como facultad de creación ex nihilo, pero una particular capacidad análoga a la "creativa" divina, sólo que con materia prima existente. Creo que Tolkien habla de esto.
PARA UN ESTETA
Tú que hueles la flor de la bella palabra
acaso no comprendas las mías sin aroma.
Tú que buscas el agua transparente
no has de beber mis aguas rojas.

Tú que sigues el vuelo de la belleza, acaso
nunca jamás pensaste cómo la muerte ronda
ni cómo vida y muerte -agua y fuego- hermanadas
van socavando nuestra roca.

Perfección de la vida que nos talla y dispone
para la perfección de la muerte remota.
Y lo demás, palabras, palabras, y palabras,
¡ay, palabras maravillosas!

Tú que bebes el vino en la copa de plata
no sabes el camino de la fuente que brota
en la piedra. No sacias tu sed en agua pura
con tus dos manos como copa.

Lo has olvidado todo porque lo sabes todo.
Te crees dueño, no hermano menor de cuanto nombras.
Y olvidas las raíces ( «Mi Obra», dices ), olvidas
que vida y muerte son tu obra.

No has venido a la tierra a poner diques y orden
en el maravilloso desorden de las cosas.
Has venido a nombrarlas, a comulgar con ellas
sin alzar vallas a su gloria.

Nada te pertenece. todo es afluente, arroyo.
Sus aguas en tu cauce temporal desembocan.
Y hechosa un solo río os vertéis en el mar
«que es el morir», dicen las coplas.

No has venido a poner orden, dique. Has venido
a hacer moler la muela con tu agua transitoria.
Tu fin no está en ti mismo ( «Mi Obra», dices ),
olvidas que vida y muerte son tu obra.

Y que el cantar que hoy cantas será apagado un día
por la música de otras olas.


Y. como final. La advertencia de que toda la creación del poeta es efímera. El día de mañana, habrá otra "música de otras olas".