29 agosto 2005

Es en los inviernos especialmente fríos en que uno se debate entre sus preferencias por el verano, el calor y el mar, o el invierno, el frío y la calidez de las casas calentadas (en especial si es a leña).
Pero, en lo que suele haber consenso y aceptación es en el viento. Sí, el viento, ya sea como cálida brisa marina o canícula de verano porteño, ya sea como terrible sudestada u otoñal pampero, generalmente gusta.
Comparto ese sentimiento de amor por los vientos. Es como una presencia material e inmaterial a la vez. Es casi como el alma, el alma del clima. Por más que muchos lo han intentado nadie, creo, ha logrado con éxito ni pintar ni hablar del viento. Entendámosnos. Sí se ha pintado y hablado (y escrito) sobre el viento pero no del viento.



VIENTO
Cantan las hojas,
bailan las peras en el peral;
gira la rosa,
rosa del viento, no del rosal.

Nubes y nubes
flotan dormidas, algas del aire;
todo el espacio
gira con ellas, fuerza de nadie.

Todo es espacio;
vibra la vara de la amapola
y una desnuda
vuela en el viento lomo de ola.

Nada soy yo,
cuerpo que flota, luz, oleaje;
todo es del viento
y el viento es aire siempre de viaje.

Octavio Paz