08 septiembre 2005

Natividad

Hoy se conmemora la natividad de la Virgen María. No es una celebración que aquí, en Argentina, tenga demasiada trascendencia. Pero en los ultimos años ha resurgido, supongo que de la mano de la devoción a la Virgen Niña.



Pongo, entonces, dos himnos:

Niña de Dios, por nuestro bien nacida;
tierna, pero, tan fuerte, que la frente,
en soberbia maldad endurecida,
quebrantásteis de la infernal serpiente;
brinco de Dios, de nuestra muerte vida,
pues vos fuisteis el medio conveniente
que redujo a pacífica concordia
de Dios y el hombre la mortal discordia.

Creced, hermosa planta, y dad el fruto
presto en sazón, por quien el alma espera
cambiar en ropa rozagante el luto
que la gran culpa la vistió primera.
De aquel inmenso y general tributo,
la paga conveniente y verdadera
en vos se ha de fraguar: creced, Señora,
que sois universal remediadora.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu, por los siglos de los siglos




Vino a la vida para que la muerte
dejara de vivir en nuestra vida,
y para que lo que antes era vida
fuera más muerte que la misma muerte.

Vino a la vida para que la Vida
Pudiera darnos vida con su muerte,
Y para lo que antes era muerte
Fuera más vida que la misma vida.

Desde entonces la vida es tanta vida
Y la muerte de ayer tan poca muerte,
Que si a la vida le faltara vida

Y a nuestra muerte le sobrara muerte,
Con esta vida nos daría tal vida
Para dar muerte al resto de la muerte.



(Perdonen por mi poca dedicación en las entradas de los últimos días, pero Voluntad se niega a obedecerme: ya pasará)