13 septiembre 2005

Hierro II

Un ejemplo de lo que decía sobre José Hierro es esta poesía:
LA SOMBRA
¿Todo en El es presente:
el futuro, el pasado?
Lo que será y ha sido
¿es actual en sus manos?
¿A un tiempo toca
la semilla y el árbol?
¿En el brote ve el tronco
talado y abrasado?
Nos contempla y ¿tan solo
puede llorar, llorarnos?
¿Nos tiene ya en su gloria?
¿Nos tiene condenados?
¿Ve en nuestros pobres huesos
el alba y el ocaso?
¿No puede detenernos
ni puede apresurarnos?
¿Llora por lo que tiene
que pasar (y ha pasado)?
¿Llora por lo que ha sido
(por lo que aún no ha llegado)?
¿Nos arranca del tiempo
para que no suframos
nosotros, sus heridas
criaturas, esclavos
sombríos? ¿Nos ve ciegos
y no puede guiarnos?

Es un maravilloso resumen del problema del libre albedrío y la omnisciencia divina. Las preguntas son ciertas y, sobre todo, certeras; el planteo no es "de desesperanza" o "de incredulidad", es una retahila de los interrogantes que uno se hace ante este gigantezun misterio como este.
Lo primero que desconcierta es el título ¿por qué "la sombra"?, ¿o será la Sombra?. Después, el poema mismo es un crescendo desde las cuestiones más simples ("¿a un tiempo toca la semilla y el árbol?") hasta las más cruciales, las más acuciantes ("¿nos ve ciegos y no puede guiarnos?").
Sí, sí. Ya sé que sí nos guía, que para eso está la Iglesia, que para eso está la Venida, y la Vuelta. Pero esto no quita el problema, a lo sumo lo aplaza. Pero no quita la cruel realidad de que, cuando esa persona concreta, de carne y hueso, con nombre y apellido, cae (y cae, quizás, por causa de una maligna conjunción de malentendidos, verdades a medias, mala intención de terceros) Él no puede guiarnos. Y lo entiendo, si nos guiara anularía la libertad y, con ella, la misma hominidad. Pero la pregunta igual persiste ¿por qué?.
La Sombra (¿o será la sombra?) pone en entredicho esta cuestión. Y la propia poesía contiene la respuesta (por supuesto que no tendrá La Respuesta)
¿O no?.