31 marzo 2005

Es maravilloso lo catárquico de nuestro paisaje pampeano: la vista duele por lo lejano del horizonte. De noche, la modernidad le ha agregado un encanto especial. Se ven a lo lejos las filas de luces de las rutas que la cortan de lado a lado.

Otra casa, tengo una pasión inocultable por las casas antiguas. Ésta vieja, realmente vieja. Dos galerías paralelas cercando un patio; cerrado de un lado por una magnífica reja y, del otro, abriéndose al campo interminable. Los cuartos en fila, intercomunicados entre sí y con puertas dobles de salida al patio (como es usual). Nada más. La maravillosa sobriedad de la arquitectura criolla. ¿Por qué habremos perdido esa simpleza orgullosa, aristocrática?.

Mi viejo caballo ya tiene signos de vejez. Conserva su brío inicial, pero a poco andar, se apacigua. Está en el mejor momento del caballo: cuando conserva todo su vigor y, por lo tanto, mantiene su estampa y sus ánimos, pero no lo malgasta inutilmente.