22 marzo 2005

Da miedo (o vergüenza) hablar de cosas de las que otros ya han hablado mucho mejor. Y, para colmo, ante un público que -decididamente- no le interesa porque sabe que vas a hablar de cosas de los que otros ya han hablado mejor.
Pero en esa situación me encontré. Y, por supuesto, hablé peor. Y se notó.
Ahora el trance ya pasó, y sólo quedó ese gustito amargo en la boca, ese no-sé-de-que-me-quejo-pero-me-quejo.
Total, no es para tanto. Si lo que en verdad importaba unos días antes era terminar de una vez por todas, y poder estar acá, sentado y escribiendo lo que estoy escribiendo.
Anhelo de hombre: siempre inconforme. Siempre buscando un motivo para no estar contento por lo que debería estar contento.