17 febrero 2005

Es increible cómo, al final, las cosas resultan. Quizás no pueda hacerse de esto una regla de vida: pero parece que existe una previsión celestial que "sucede" necesariamente (aunque no causalmente) a raíz de cada una de nuestras decisiones.

Antiguo orfebre de las cosas:
¿donde está tu mano misteriosa,
dónde tu soplo, tu caricia?
¿O es sólo tu tenue risa,
la que provoca en las alturas
y conmueve en las honduras,
el rítmico regir del universo?.

Preciso relojero de los tiempos:
¿es tu mano la que los vientos,
enfila ordenados a su senda?
¿O es sólo tu inmortal guiño,
que nos anonada hasta el niño,
que habita la sima de las almas
de quienes no esquiva la calma?

Concienzudo labrador de destinos:
¿es tu voluntad la que el desatino
impone a nuestra pobre existencia?
¿O es sólo que tu infinita ciencia,
prevé el eterno y pausado movimiento
de nuestro corto, terrenal tormento?

Quizás debería continuarlo. No se.