09 noviembre 2005

¡Shhh!

Debe ser la época del año, o las mil preocupaciones “urbanas”: aquellas de la “nostalgia de campo” del post anterior. Será lo que será o lo que deba ser, pero la verdad es que ando un tanto desganado.
Si este blog es algo bueno, la apatía puede ser una táctica de mi impávida voluntad para encontrar excusas y terminar de una vez por todas (¡naturaleza caída!, todos tenemos nuestro demonio personal); si esto es algo malo, puede ser una inspiración para que no pierda mas tiempo en tilinguerías.
No estoy seguro cuál es la respuesta correcta pero lo cierto es que se me está haciendo cuesta arriba seguir con este proyecto de conjunción de poesía y realidad que es Cuaderna. Cuando lo inicié estaba convencido de que la poesía era interminable, que cualquier tema, hasta el mas nimio, ha sido alguna vez pensado por un poeta y, entonces, era posible llevar un diario interminable en el que se conjugara la poesía y el acaso, y el mundo en su cotidianeidad. Pero ya no estoy tan seguro.
Hoy hace falta silencio... y espera.

SILENCIO
No digas nada, no preguntes nada.
Cuando quieras hablar, quédate mudo:
que un silencio sin fin sea tu escudo
y al mismo tiempo tu perfecta espada.

No llames si la puerta está cerrada,
no llores si el dolor es más agudo,
no cantes si el camino es menos rudo,
no interrogues sino con la mirada.

Y en la calma profunda y transparente
que poco a poco y silenciosamente
inundará tu pecho de este modo,

sentirás el latido enamorado
con que tu corazón recuperado
te irá diciendo todo, todo, todo.


Francisco Luis Bernárdez