20 octubre 2005

De santos y de los otros

Es bueno ser santo. Es más, son buenos los santos. Pero lo que los hace buenos (y por ello amables en el sentido estricto de la palabra) es, creo, que precisamente ellos no se consideran santos.
Y si esto es así, la proposición inversa es también verdadera. Y por “afinidad ontológica” a esta proposición primera que es, si se quiere, sobrenatural, la otra también la será. Es decir, verdadera en grado sumo.
¿Y cual es proposición inversa? Que no existe nada peor (es decir, no-amable) que aquellos que se creen santos. Y no estoy aquí calificando a los que se creen y no lo son. Esos son el común, simple ganado rumiando su propio egocentrismo.
Los peores son los otros. Los que tienen buenos argumentos para creerse santos. Los que se destacan, por ejemplo, por su honestidad, ... y lo saben. Los que se saben con cierta autoridad moral para levantar el dedo acusador a sus hermanos, para despreciarlos en sus miserias, para condescenderlos “paternalmente”.
Esto es, crudamente, precipitarse en la soberbia. Y de ahí es difícil salir.
¿Y entonces?, si esta es la aspiración del ser humano, si la santidad es lo que todos queremos lograr ¿Qué se hace para no caer? ¿Qué se hace?.
La verdad es que no lo sé. Pero probablemente esto ayude.

Solo segundo
Pedí y esperé el morir
mas fue esperanza de pobre
y sigue la vida, sobre
el deseo de vivir.. .

No por exceso de luz
sino por falta extremada
llego al Nada Nada Nada
sin ser San Juan de la Cruz.

De todo lo que pedí
en mi vida a Dios orando
fui escuchado sólo cuando
pedí cosas contra mí.

Nací ya con la cadena
perpetua y ya condenado
a verme en punta acabado
antes de mediar faena

Pero si ése es el camino
del que no hace, mas consiente
me haré santo solamente
con aceptar mi destino.

El del mancebo que mudo
de una sábana cubierto
vio a Cristo que iba a ser muerto
la tiró y huyó desnudo.

Hoy Cristo sale a morir
para atestiguarlo, pues,
sigue mi vida, después
del deseo de vivir.

P. Leonardo Castellani