26 septiembre 2005

A un mueble

Vuelvo a un libro de poesías del que ya he hablado. Cada vez que lo retomo me sorprende con alguna cosa nueva. No es que sus rimas sean grandiosas. Todo lo contrarios, es una colección de poemas simples, de versos simples y temas simples. Y precisamente ése es su encanto.
Entre ellos, tiene un poema sorprendente. Por el tema y, por sobre todas las cosas, por cómo lo trata. Está dedicado a la cama matrimonial. Y en ella a un matrimonio que tiene mucho recorrido y mucho por recorrer.
Cama matrimonial
Dijeron que debo reemplazarte,
nave insignia.
Pero ¿cómo?
Si en ti yo me hice al mar
con el amado
y bogó la familia.
En ti, cada domingo
retozaban los hijos,
en pañal o en pijama
–somnolientos o locos
saltimbanquis a bordo
de nuestros cuerpos–.
Meciste nuestra entrega
y nos acogiste
cansados de músicas
y bailes.
Callaste con los rezos
unívocos.
Crujiste con el sobresalto
la noche del anuncio,
tan terrible.

No puedo abandonarte.

Con cuñas y tarugos,
reforzaré las patas
y el respaldo.
No sé cuál de las dos
abrazará de la otra
los despojos.

Nave insignia,
sigamos navegando.
Aún no es el tiempo.