22 diciembre 2005

Mística, poesía y silencio

Algunos fragmentos de la sugerente entrevista publicada por Zenit a Teodoro Rubio Marín, ganador del Premio Mundial de Poesía Mística “Fernando Rielo”.

“El poeta trata de palpar el silencio en medio de la niebla, que es el mejor templo de la intimidad. La niebla es encarnadura de sueños y esperanzas y con ellos de verdades y destinos. Dios en la niebla, Dios en el silencio, Dios en el verso cincelado, Dios-Amor.

Y así llegamos desde la mística hasta la estética, desde la belleza al silencio, desde el grito herido a la intimidad ungida de ternura. El poeta sabe que la cumbre es ese rincón donde el amor revela todo y exige del silencio traducir su gozo.

...
La literatura, y en particular la poesía, es un medio para auscultar la voz interior del hombre y las cosas sintonizando la voz de Dios, su íntimo susurro, silente a veces. Es un medio para acercarse a los valores interiores, para emprender la búsqueda de estos valores permanentes (el amor, la empatía, la belleza, la paz, la verdad, la bondad) sintonizando lo originario, lo sagrado, el ritmo interior que se siente cuando captamos las armoniosas resonancias de la música que llevamos dentro.

Y es un medio para orar y alabar al Creador. La Iglesia está olvidando este medio tan fructífero de la palabra poética. El anterior Papa Juan Pablo II se dirigía a los poetas con este deseo:
«Que vuestros múltiples senderos, artistas del mundo, puedan conducir a todos hacia aquel Océano infinito de belleza donde el asombro se hace admiración, embriaguez, indecible alegría». Este es el reto de los que hemos recibido el don de la inspiración".

Podrían comentarse muchas cosas, muchas ideas que se esbozan: la palabra de Dios como silencio, la búsqueda del poeta de ese silencio “en medio de la niebla”, el “olvido” de la Iglesia de la poesía.
Pero no. Basta con lo dicho.

Va, eso sí, una poesía de Rubio:
Pleamares duraderas
Me hablas con esa misma dignidad
que invade el pensamiento la nostalgia,
con la misma insistencia que la mar
representa sus versos a la playa.

Me hablas y estoy ausente, tan ausente
que parezco invisible a nuestro tacto,
a aquella superficie de tus dedos
cóncavos, y al rumor de tus palabras.

Me hablas y, como rectas que se cruzan
componiendo cuadrículas de escarcha,
tu voz desaparece en remolinos
de impaciencia en el borde de las almas.

Me hablas como un candil nos ilumina
el oscuro silencio de una plaza,
y la espesura igual que enredadera
entrelaza en paredes la esperanza.

Me hablas en este bosque fatigado
con monótonas ramas. Y me hieres
con esas pleamares duraderas,
me hieres con tu vuelo de calandria.

Pero profundamente estoy despierto
para abrirte de nuevo mis entrañas.

Dame el olvido, amor, y no golpees
tantas veces mi orilla con tus aguas.