13 marzo 2006

Dios y arcilla

¡Quiero vivir! A Dios voy
y a Dios se va muriendo,
se va al Oriente subiendo
por la breve noche de hoy.

De luz y de sombras soy
y quiero darme a los dos.

¡Quiero dejar de mí en pos
robusta y santa semilla
de esto que tengo de arcilla,
de esto que tengo de Dios!

José María Gabriel y Galán.

El Sacrificio que se acerca tiene algo de esto. No es, como a veces se dice con cierta liviandad, la derrota de la carne por el espíritu. No es tampoco la manifestación del Cristo divino, del Cristo-Dios.
Es la exaltación de esa carne humana como camino posible de expiación de los pecados (y la carne del Dios encarnado es la Expiación, el perdón de los pecados del mundo). El cuerpo en su mas cruda corporeidad es vehículo, instrumento de salvación. Tanto como el alma. O, mejor, sólo con el alma.
La manifestación, digamos, “positiva” del sacrificio de la cruz es la transfiguración, tema del evangelio de ayer.
Transfiguración y muerte en cruz son dos maneras de decir lo mismo.