18 abril 2006

Hoy; es decir, después de ayer.


Hoy es como aquello que viene después del momento culmine. Es el silencio que sigue al final de una canción o un canto.
Un silencio que tiene silencio de fin, pero lejana melodía de recuerdo fresco, de disfrute pleno. De principio.
Hoy es el día que mas me gusta.

Es que la Pascua tiene ese crescendo, esa elevación expectante, ese agolpamiento –uno a uno– de los días previos tiene algo de tenso, de cuerda a punto de romperse (lunes santo, martes santo, miércoles santo –se acerca–, viernes santo –tristeza–, sábado santo –la calma del ojo de la tormenta–y domingo. Domingo.
Pascua de Resurrección. Final, culminación, acabóse.
La Historia ha girado en la esquina y comienza de nuevo.
Por eso me gusta el día de hoy.
La tensión se ha roto, la espera acabó. Es como un final de fiesta. Todos se han ido, solo quedan los dueños de casa, cansados, pero contentos.

La bella flor que en el suelo
plantada se vió marchita
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.

De tierra estuvo cubierto,
pero no fructificó
del todo, hasta que quedó
en un árbol seco injerto.

Y, aunque a los ojos del suelo
se puso después marchita,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.

Toda es de flores la fiesta,
flores de finos olores,
más no se irá todo en flores,
porque flor de fruto es ésta.

Y, mientras su Iglesia grita
mendigando algún consuelo,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.

Que nadie se sienta muerto
cuando resucita Dios,
que, si el barco llega al puerto,
llegamos junto con vos.

Hoy la cristiandad se quita
sus vestiduras de duelo.
Ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.

(Himno de la liturgia de las horas)

Dios ha resucitado apenas anteayer.

Y el domingo que viene, cuando el sacerdote eleve la hostia, sabré que no es la misma de la última vez.
El sacrificio se ha renovado.

Resurrexit.