13 julio 2005

Quevedo. No es éste el trance en el que estoy; pero es al que -espero- estoy yendo. Ocurre que siempre hay tantas cosas antes (tan urgentes, tan apremiantes). Me encuentro en estos días leyendo un montón de cosas que no quiero leer, sabiendo que, a cada paso, me voy a encontrar con más y más obviedades. Y espero.

Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.

Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.


Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años vengadora,
libra, ¡oh gran don Joseph!, docta la imprenta.

En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquélla el mejor cálculo cuenta,
que en la lección y estudios nos mejora.