20 julio 2005

No soy lector de diarios, así que este encuentro -que para otros podría ser casual- lo considero casi providencial. La cuestión es que, en casa ajena, me topé con esta nota sobre el "poeta croata".
Y, a qué negarlo, la idea de la poesía de un lugar para nosotros ignoto es, cuando menos, atractiva. Le hace pensar a uno en iconos y guerra.
Para despertar el vicio de la curiositas.
Vicio que (Dios, a veces, actúa a través de causas insospechadas), internet mediante, me hizo conocer al tal Drago Stambuk y esta elegía mariana que es, creo, una de las más maravillosas cosas dichas por un poeta contemporáneo.
Es que, aquí, en occidente, tenemos una especie de pudor a hablar tan "cristianamente", aún los poetas y escritores cristianos. Preferimos el disfraz, la alegoría.
Esto no es malo; todo lo contrario. Pero ocurre que cuando encontramos poetas como don Stambuk nos suenan como una bofetada a nuestra profesión de fe casi subrepticia.

CROATIAM AETERNAM
La virgen con los niños habla croata
y cierra la puerta del fin de los tiempos.
Quien entra último
se arrimará, en un vivo árbol,
con las manos separará el trueno del rayo,
descubrirá los elementos
y entenderá las despedidas humanas.

Ser elegido en la cola del tiempo,
mientras se apaguen los pueblos y las estrellas,
es la gracia más grande que ser el primogénito.
Antes hablábamos de los signos previos,
ahora todo indica
el momento decisivo de las desinencias.

¿Quién podía presentir alguna vez
que la Virgen es el tope de nuestro destino?
Nieve indestructible
revelación de las intenciones de la historia.
Reina de las islas y de la tierra firme, stella
maris, brillante sobre las naves lentas.

Oh, corrientes ágiles adriáticas,
mécenme, introdúzcanme suavemente
debajo del ala lunar del olvido.
Recúbranme con besos tímidos
mientras la luz desciende
de las estrellas croatas.


Impresiona también su descarado patriotismo: la vírgen habla croata, las estrellas son croatas. ¿Occidente ha perdido esa brutal honestidad o nunca la tuvo?.
No lo sé.