29 agosto 2005

Es en los inviernos especialmente fríos en que uno se debate entre sus preferencias por el verano, el calor y el mar, o el invierno, el frío y la calidez de las casas calentadas (en especial si es a leña).
Pero, en lo que suele haber consenso y aceptación es en el viento. Sí, el viento, ya sea como cálida brisa marina o canícula de verano porteño, ya sea como terrible sudestada u otoñal pampero, generalmente gusta.
Comparto ese sentimiento de amor por los vientos. Es como una presencia material e inmaterial a la vez. Es casi como el alma, el alma del clima. Por más que muchos lo han intentado nadie, creo, ha logrado con éxito ni pintar ni hablar del viento. Entendámosnos. Sí se ha pintado y hablado (y escrito) sobre el viento pero no del viento.



VIENTO
Cantan las hojas,
bailan las peras en el peral;
gira la rosa,
rosa del viento, no del rosal.

Nubes y nubes
flotan dormidas, algas del aire;
todo el espacio
gira con ellas, fuerza de nadie.

Todo es espacio;
vibra la vara de la amapola
y una desnuda
vuela en el viento lomo de ola.

Nada soy yo,
cuerpo que flota, luz, oleaje;
todo es del viento
y el viento es aire siempre de viaje.

Octavio Paz

26 agosto 2005

Construirla, lo que es construirla, no fui yo. Sólo la armé de vuelta (¡por tercera vez!). Es simple, casi rústica, de madera de pino, color blanca (tiza, se dice ahora) con bordes celestes.
Tan poco hábil soy para las tareas manuales que quedó mal, enclenque se balanceaba de un lado a otro. Tuvimos que llamar a alguien para que viniera a repararla.
Pero eso no es lo que importa. Es más bien el hecho, por lo simbólico.
Una tarde lluviosa, adentro. Mientras yo lidiaba con unos clavos rebeldes y un destonillador perezoso, mi primer hijo, el varón, azotaba reconcentrado una tabla impertérrita con su martillito de plástico, mientras me preguntaba insistente "¿Acá, papá?, ¿Acá?"; convencido de que estaba construyendo para su nueva hermanita una cuna que, hace ya cuatro años, en un día igual de lluvioso y gris, compre para él.

CUNA
Haz con tus propias manos
la cuna de tu hijo.
Que tu mujer te vea
cortar el paraíso.

Para colgar del techo,
como en los tiempos idos
que volverán un día.
Hazla como te digo.

Trabajarás de noche.
Que se oiga tu martillo.
"Estás haciendo la cuna"
que diga tu vecino.

Alguna vez la sangre
te manchará el anillo.
Que tu mujer la enjuague.
Que manche su vestido.

Las noches serán blancas,
de columpiado pino.
Harás según el árbol
la cuna de tu niño.

Para que tenga el sueño
en su oquedad de nido.
Para que tenga el ángel
en un oculto grillo.

La obra será tuya.
Verás que no es lo mismo.
Será como tus brazos
la cuna de tu hijo.

Se mecerá con aire.
Te acordarás del pino.
Dirás: "Duerme en mi cuna".
Verás que no es lo mismo.


José Pedroni

25 agosto 2005


"El Universo no es un proceso natural, como piensan los evolucionistas o naturalistas, sino que es un poema gigantesco, un poema dramático del cual Dios se ha reservado la iniciación, el nudo y el desenlace; que se llamas teológicamente Creación, Redención, Parusía".
P. Leonardo Castellani.

24 agosto 2005

Si no existiera en este mundo
quien haga de la vida su terruño;
si nadie pensara en transitar
las cosas y centrarles su mirar:

si ningún hombre, preocupado,
notara la luz de lo mundano,
perecería la música o la poesía,
aquello que nutre nuestra vida.

Podía yo pensar que es imposible,
que sólo es hombre quien fastidie
ya sea en verso, prosa o armonía
el triste son de un claro mediodía,

la irreverente luz de una palabra,
la sutil cadencia de la grama,
la nítida silueta de los vientos,
el canto sirenaico de algún fuego.

Pero olvidaría así que eres Tú
el que posee la demiúrgica virtud
de quien si nombra, canta o rima,
suscita las cosas a la vida.

23 agosto 2005

Nunca escriban directamente en el blog en un día de lluvia. Se me borró todo.

22 agosto 2005

Hace unos días estoy juntando valor para colgar alguna cosa mía. Debe ser algo casi climático o algo así porque se le ha dado por la poesía a éste y a éste, y a otros más.
Por eso, me acobardo (de nuevo).
Pero ocurre que, de tanto pensar en lo propio, no se me ha venido a la mente otra cosa para poner aquí. Por eso y al solo efecto de mantener este espacio activo copia una poesía de Manuel Acuña, un poeta mexicano del siglo pasado (perdón, del anterior).

LA BRISA
Aliento de la mañana
que vas robando en tu vuelo
la esencia pura y temprana
que la violeta lozana
despide en vapor al cielo.

Dime, soplo de la aurora,
brisa inconstante y ligera,
¿vas por ventura a esta hora
al valle que te enamora
y que gimiendo te espera?

¿O vas acaso a los nidos
de los jilgueros cantores
que en la espesura escondidos
te aguardan medio adormidos
sobre sus lechos de flores?

¿O vas anunciando acaso,
sopla del alba naciente,
al murmurar de tu paso,
que el muerto sol del ocaso
se alza un niño en Oriente?

Recoge tus leves alas,
brisa pura del Estío,
que los perfumes que exhalas
vas robando entre las galas
de las violetas del río.

Detén tu fugaz carrera
sobre las risueñas flores
de la loma y la pradera,
y ve a despertar ligera
al ángel de mis amores.

Y dile, brisa aromada,
con tu murmullo sonoro,
que ella es mi ilusión dorada,
y que en mi pecho grabada
como a mi vida la adoro.


En verdad, lo que escribe no me va ni me viene, pero esta tiene algo de entrañable y simple, y sobre la base de vaya a saber qué reminicencias y asociaciones mentales, cada tanto la recuerdo.

18 agosto 2005

Pensaba seguir hoy con algo de folclore viñatero, pero buscando alguna cosa para agregar encontré esta zamba. Me entero, también, que es de un tal Armesto (discúlpenme los folcloristas si es alguien muy conocido, es la primera vez que lo oigo nombrar). Esta zamba tiene para mí un gusto especial, jamás la escuché grabada sólo en guitarreadas, casi siempre en Salta.
Por supuesto que de esa escucha retuve sólo el estribillo y la tonada.
Changuito pata pila
Changuito pata pila que bajas por el cerro
acompañao de un perro pa' cumplir un mandao
con la alforja al hombro bajás por el sendero
en mañanas de invierno camino del poblao.

Changuito pata pila que llevas en el cinto
una hondita de huato suelero de venao
pantaloncito yuto hasta media canilla
y un ponchito hasta el pupo sobre el cuero pelao.


Estribillo
Changuito pata pila que duerme en la cocina
sobre un cuero de oveja con el perrito al lao
vos nunca recibiste un beso de ternura
yo sí de vos me acuerdo chango de los mandaos.

La negra Josefina se queja a los patrones
que sos un agredista, que no querés barrer,
que todas las mañanas, por andar de chacota
con los changos de Argota, a vos no se te vé.

Changuito pata pila yo quiero que me digas
por qué mirás de reojo y no me saludás,
si yo cuando te miro me acuerdo cuando chango
andaba pata pila por sobre el abrojal.

17 agosto 2005

Probablemente por la misma razón por la que me gustan tanto sus cuentos es que me desagrada su poesía: esa, su obsesión por la perfección y la precisión en el uso de las palabras hace de su poesía algo... muerto. Falta la impovisación de la palabra inesperada, la sorpresa de la metáfora certera por lo extraña.
Me refiero a Borges.
Me parece que tiene cuentos maravillosos, relatos insuperables... pero mala poesía.
Quizás sea porque para percibir la hondura de las cosas con la precisión suficiente para la poesía, se precisa un profundo conocimiento y sabiduría. Y Borges, sólo era un picaflor intelectual. Maravilloso, de brillantes tornasoles; pero sólo se detenía unos instantes en cadacosa.
Tiene por eso algunos poemas curiosos, más por LO que dice que por CÓMO lo dice; por ejemplo, estas dos sobre algo tan prosaico (¡y tan "poetizado"!, ¡y tan cantado!) como el vino:

AL VINO
En el bronce de Homero resplandece tu nombre,
negro vino que alegras el corazón del hombre.
Siglos de siglos hace que vas de mano en mano
desde el ritón del griego al cuerno del germano.

En la aurora ya estabas. A las generaciones
les diste en el camino tu fuego y tus leones.
Junto a aquel otro río de noches y de días
corre el tuyo que aclaman amigos y alegrías.


Vino que como un Éufrates patriarcal y profundo
vas fluyendo a lo largo de la historia del mundo.
En tu cristal que vive nuestros ojos han visto
una roja metáfora de la sangre de Cristo.

En las arrebatadas estrofas del sufí
eres la cimitarra, la rosa y el rubí.
Que otros en tu Leteo beban un triste olvido;
yo busco en ti las fiestas del fervor compartido.

Sésamo con el cual antiguas noches abro
y en la dura tiniebla, dádiva y candelabro.
Vino del mutuo amor o la roja pelea,
alguna vez te llamaré. Que así sea.


Y este otro:

SONETO DEL VINO
¿En qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosa
conjunción de los astros, en qué secreto día
que el mármol no ha salvado, surgió la valerosa
y singular idea de inventar la alegría?

Con otoños de oro la inventaron. El vino
fluye rojo a lo largo de las generaciones
como el río del tiempo y en el arduo camino
nos prodiga su música, su fuego y sus leones.


En la noche del júbilo o en la jornada adversa
exalta la alegría o mitiga el espanto
y el ditirambo nuevo que este día le canto

Otrora lo cantaron el árabe y el persa.
Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia
como si ésta ya fuera ceniza en la memoria.

15 agosto 2005

Quizás suene un tanto irreverente. Pero, en una de esas sólo por afición literaria, antes que las devociones marianas siempre me gustaron más las prefiguraciones de la Virgen desgranadas todo a lo largo del Antiguo Testamento y, si se fuerza un poco más la nota, en toda la literatura pagana.
Y si digo que esta preferencia es por afición literaria es porque cada vez que leo alguno de estos textos antiguos no puedo dejar de pensar en que son algo así como metáforas de la Virgen. Imágenes que remiten a una realidad distinta de la que denotan inmediatamente, que traen reverberaciones de otra más profunda, más lejana. Piénsese, por ejemplo, en el mito del unicornio. Un ser fantástico, mágico y absolutamente indómito que sólo inclina su cabeza ante una joven inocente, vírgen...
SALMO Sal 44, 10bc. 11-12. 15b-16 (R.: 10b)

Es la reina, adornada con tus joyas y con oro de Ofir.

Una hija de reyes está de pie a tu derecha:
es la reina, adornada
con tus joyas
y con oro de Ofir.

¡Escucha, hija mía, mira y presta
atención!
Olvida tu pueblo y tu casa paterna,
y el rey se prendará de tu
hermosura.
El es tu señor: inclínate ante él.

Las vírgenes van
detrás, sus compañeras la guían,
con gozo y alegría entran al palacio
real.

12 agosto 2005

Hay que reconocer que la perorata de Saramago no pasó desapercibida. La escuché nombrar, en estos días, por lo menos cuatro veces. Y eso que (creo que alguna vez lo dije) no soy lector de diarios.
No voy a decir que me gusta, porque no me gusta. No voy a decir que el fautor esta cerca de creer en Dios, porque no lo está. De decir algo, tendría que decir esto. Pero...
Ese puño en alto, ese insulto contra un cielo que cree vacío, tiene su buena lectura para quienes creemos que está Lleno. Porque, a qué negarlo, cada tanto tenemos ganas de alzar ese puño, y cada tanto lo hacemos. Para increparlo por las mismas cuestiones, con las mismas preguntas.
Y a ellos les responden desde el cielo con un silencio absoluto (un silencio vacío). Y a los que creemos nos responde, con la respuesta a Job que -en cierto sentido- es la misma respuesta.
Y si la pregunta es la misma y la respuesta es la misma, ¿qué diferencia a uno de otro?.
Pues, que a ellos, la respuesta, les hace decirse esto:
Digamos que te alejas definitivamente
hacia el pozo de olvido que prefieres,
pero la mejor parte de tu espacio,
en realidad la única constante de tu espacio,
quedará para siempre en mí, doliente,
persuadida, frustrada, silenciosa,
quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,
tu corazón de una promesa única
en mí que estoy enteramente solo sobreviviéndote.

Después de ese dolor redondo y eficaz,
pacientemente agrio, de invencible ternura,
ya no importa que use tu insoportable ausencia
ni que me atreva a preguntar si cabes
como siempre en una palabra.

Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche
desgarradoramente idéntica a las otras
que repetí buscándote, rodeándote.
Hay solamente un eco irremediable
de mi voz como niño, esa que no sabía.

Ahora qué miedo inútil, qué vergüenza
no tener oración para morder,
no tener fe para clavar las uñas,
no tener nada más que la noche,
saber que dios se muere, se resbala,
saber que dios retrocede con los brazos cerrados,
con los labios cerrados, con la niebla,
como un campanario atrozmente en ruinas
que desandara siglos de ceniza.

Es tarde. Sin embargo yo daría
todos los juramentos y las lluvias,
las paredes con insultos y mimos,
las ventanas de invierno, el mar a veces,
por no tener tu corazón en mí,
tu corazón inevitable y doloroso
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.


Mario Benedetti (ausencia de Dios)
Y a nosotros, esto:
No sé quién la lloró, pero la siento
(por su calor secreto y su amargura)
como brotada de mi desventura,
como nacida de mi desaliento.

Quizá desde un lejano sufrimiento,
desde los ojos de una estrella pura,
se abrió camino por la noche oscura
para llegar hasta mi sentimiento.

Pero la siento mía, porque alumbra
mi corazón sin esa luz sin tasa
que sólo puede dar el propio fuego:

Rayo del mismo sol que me deslumbra,
chispa del mismo incendio que me abrasa,
gota del mismo mar en que me anego.
Francisco Luis Bernárdez ("La lágrima")
Seguro debe haber ejemplos mucho mejores en cantidad. Es que el dolor duele a todos por igual, sólo cambia lo que cada uno hace de él.

10 agosto 2005

No me gusta la poesía contemporánea; no encontré hasta ahora nada ni nadie que valiera la pena.
Debe ser por el abuso del verso libre (aunque no estoy en contra del verso libre, hay autores maravillosos que lo usan) o esa manía de romper con todas las reglas de la gramática.
Es que hay maneras y maneras de romper con la gramática. Los grandes poetas usualmente las rompen; pero lo hacen por, digamos, "superación": se sitúan por encima de ellas. Claro, esto sólo puede hacerlo quien maneja las reglas con tanta maestría que puede encontrar en ellas espacios por donde "colar irregularidades" que el mismo sistema permite (aunque sea por omisión, es decir, por no haber previsto estas situaciones).
Pero la poesía contemporánea parece querer saltearse el primer paso, la asunción de las reglas de la gramática, para pasar directamente al segundo, el romperlas. Entonces no será una superación de ellas, simplemente se las ignora.
Esto trae una consecuencia: "superar" la gramática sólo pueden hacerlo unos pocos, los que la manejan con absoluta maestría; ignorarla lo puede hacer cualquier imbécil. Y esos imbéciles son los que cunden en el ambiente poético de hoy día (en especial en la Argentina, donde somos tan afectos a esos seres).
Se suma a ello una serie de tópicos comunes, remanidos y "culturalmente correctos", como por ejemplo, la poesía étnica, la erótica, etcétera, etcétera.
Y con esta preconcepción de la cosa encaré otro nuevo libro que me regalaron (tuvo recientemente un comentario en este suplemento de cultura). Y encontré esta poesía que, la verdad, me gustó. Tiene clima a novela de aventura, de Salgari, Kipling o Rider Haggard.
Es de un poeta boliviano, Jorge Campero, del libro "Jaguar Azul".


La Presa
Tu olor trae el viento de la lluvia
Entre los ambaibos y siquiles
Tu huella de agua en el barro
Retrata una luna partida
A un día de camino
Sobre los guayaberos
Chillan esas aves verde jade
Otro atardecer por el ojo de agua
Llameará en el ojo del tigre
Dos animales con sed
Viajan al deseo del sol de la noche
Cae una hoja
Una garra

09 agosto 2005

Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, 1891-1942, carmelita descalza, filósofa, mártir, copatrona de Europa.



“...vuestro Padre celestial no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños.” (Mt 18,14)

A DIOS PADRE
Bendice el ánimo agobiado de pena de los oprimidos por el dolor,
La pesada soledad de almas hundidas;
El ser totalmente agitado de los hombres,
el sufrimiento que el alma nunca ha confiado a otra alma hermana.

Bendice ese grupo de caminantes nocturnos,
Los que no temen caminos desconocidos.
Bendice a los hombres necesitados, que en este momento están muriendo,
Dales, Dios bueno, un feliz y tranquilo final.

Bendice los corazones de todos, en especial, Señor, los entristecidos,
Sobre todo alivia a los enfermos, da paz a los atormentados.
Enseña olvidar a los que llevaron su amor al sepulcro.
Haz que en todo el mundo no viva un corazón bajo el tormento del pecado.

Bendice a los alegres, Señor, consérvalos bajo tu protección.
Todavía nunca me has quitado el vestido de luto.
A veces siento pesada la carga sobre mis cansadas espaldas,
Pero si tú me das fuerza,
llevaré esta carga como penitencia hasta el sepulcro.

Después bendice mi sueño, el sueño de todos los muertos.
Recuerda lo que tu Hijo sufrió por mí en la angustia de muerte.
Tu Ser tan misericordioso para con todas las necesidades humanas
Dé el descanso a todos los muertos en tu paz eterna.

08 agosto 2005

Cuando empiezo un libro nuevo, en especial si es de poesía, me gusta, primero, disfrutarlo, presentirlo.
Por eso no empiezo, como debería ser, desde el principio. Prefiero mirarlo de punta a punta, como quien mira un cuadro; recorrer el índice; tentarme con algún título y espiarlo.
En ese trance estaba el sábado y este recorrido me llevó a una poesía en particular. No por lo que prefiguraba su título sino por la imagen que me trajo a la memoria.
Siempre me gustó la pintura de Boticelli de "La Virgen del libro", la que usa la Exposición del Libro Católico como leiv motiv.


Tiene algo de... irregular, podríamos decir. Un Cristo niño y a la vez adulto, niño con gestos y posturas de adulto. Y que en esa postura, mira a su madre (a la Madre) en actitud expectante, esperando su palabra, la lectura de ese libro que ella tiene ante sí. Esperando aprender.
Porque de eso se trata. Esa es la irregularidad. El pintor muestra al Señor, al Maestro, en actitud "discipular", atento a la sabiduría que va a recibir de su maestro, de su maestra.
Y la pregunta será, entonces ¿Qué puede enseñársele (aún la Virgen María) a quien todo lo sabe, a quien todo lo enseña?.
Ésta es, quizás, la respuesta:

A la Virgen con libro
Señora, un libro entre las manos
tenías cuando el Ángel
bajó para anunciarte
que el Hijo te llegaba

¿Aprendías acaso,
que ser madre
no es concebir
tan sólo con la carne,
sino preñarse
de palabras diestras;

ser acequia de voz,
de voz clemente,
de voz apaciguada;
volver cada vocablo
una represa
que embalse
el sufrimiento,

y las injurias,
o el instrumento
que proclama
el acunado amor?

Tal vez, mientras leías,
supiste que ser madre
es tornarse el seudónimo
del libro
que Otro escribe,
y es acuñar palabras
y es acuñar silencios
cuando, sin presagios,
del Ángel
irremediablemente
se ve partir
a cada hijo
hacia su gólgota o su cielo.

María Elena Vigliani de la Rosa
El fondo de la luz

06 agosto 2005

Mañana de sábado; de un día luminoso y con frío acariciante. No quiero estar acá sentado, frente a la máquina. Ayer me regalaron un libro y quiero sentarme al sol a disfrutarlo.
Dejo, entonces, unos versos rápidos que son casi un consejo:

SERENIDAD
Serenidad, seamos siempre buenos
amigos. Caminemos reposada-
mente. La frente siempre sosegada
y siempre sosegada el alma. Menos

mal que bebí de tus venenos,
inquietud, y no me supiste a nada.
El aire se serena, remansada
música suena de acordes serenos.


No moverán la hoja sostenida
con mis dedos, a contra firmamento
en medio del camino de mi vida.

Vísteme de hermosura el pensamiento,
serenidad, perennemente unida
al árbol de mi vida a contra viento.

Blas de Otero

04 agosto 2005

Bien, de acuerdo. No me voy a olvidar. Pero hoy no.
Mientras tanto, se podría leer (releer, más bien) este cuento:

ESTAR CONTENTO
¡Ah, laguna Pipo, si volviese yo a verte una vez más, y pudiese besar tus orillas, mis canas se irían todas de mi cabeza y volverían a cantar en mi corazón los jilgueros de mi infancia! ¡Si te viese de nuevo como aquella mañana en que el sol saliente inflamaba tus inmensos aguazales azules sembrados de totoras y casi materialmente cubiertos por alfombras overas de innumerables aves acuáticas: flamencos rosas, patos blancos, caráus negros, chorlitos, biguás, gallaretas, quillas, tuyuyúes, tuyangos, siriríes, chajáes, teros y garzas que pescaban con inmensa algarabía!
Yo estaba contento y escuchaba al borde del agua las cosas que me decían todas las cosas...

–Quisiera poder caminar por la tierra –oí decir a una mojarra–, entonces sí que estaría contenta.
–¡Si yo pudiese volar! –silbó la iguana–.
–Nadar por el agua debe ser la gran felicidad –dijo un tero desembarrando elegantemente sus patas–.
–Tonterías –dijo un pato bachiller–. Yo camino, yo nado y yo vuelo, y sin embargo estoy profundamente descontento. Camino mal, chueco y desgraciado, y se ríen todos de mí. Nado mal, y no puedo alcanzar a la mojarra y tengo que comer gusarapos; vuelo mal y me alcanza en mi vuelo la escopeta. Mejor es saber una cosa bien que muchas mal. La felicidad consiste, a mi parecer, en tener todas las habilidades de todos los animales sin ninguno de sus defectos.
–Jay –dijo el Surubí asomando el hocico–, échele un galgo. La felicidad en esta tierra consiste en estar contento.
–¿Cómo se hace para estar contento con tantas penalidades?
–Para estar contento hay que estar contenido. En latín contento significa contenido. Hay que contenerse con gran fuerza dentro de los límites del charco en que Dios nos puso. La mitad de mis paisanos pasan una vida perra por andar buscando el mar cuando Dios los puso en la laguna. Hay que saber caber en su molde y apretarse adentro de la propia horma, y hacer el gusto a lo poco, mis hijos.
–Esas son teorías –dijo el Sirirí.
–¿Teorías? –replicó el Surubí muy enojado, asomando la aleta pinchuda y el lomo overo–. ¡Teorías son las de ustedes! Yo he sufrido mucho y cuando uno sufre, sólo la verdad ayuda, y las teorías se apagan. Yo no he nacido en este barrizal, sino allá en el río Amores, que es un paraíso. Un día, una inundación me trajo aquí y yo que era joven y desprevenido no noté cuando el canal se secaba, y se secó y me cortó y me dejó en la laguna. Yo no soy pescado de barrial y pensé al principio morirme de dolor en esta pobreza. Lloré, grité, maldije, salté afuera a la playa, con peligro de ahogarme y me golpeé la cabeza contra todas las totoras y los duraznillos. Un día entendí que recalcitrar era al ñudo y resolví explorar en todos los sentidos las posibilidades de la pobreza en que Dios sin remedio me había encerrado, hasta tocar el límite de arriba y el de abajo y los límites de todo el circuito horizontal. Viajé y trabajé y el trabajo me templó. Vi que no era tan pequeño el charco como mi dolor lo había exagerado y que para los años de vida que me quedan, al fin y al cabo, iba a durar sin secarse. ¿Ustedes creen que alguna vez no se acongoja mi corazón queriendo locamente volar por los aires hasta mi río natal espléndido que él siente murmurar dulcemente atrás de aquellos pajonales? Pero yo lo aprieto fuertemente por medio de la resignación. Y lo hago estar contento y contenido en este charco, con el trabajo, con hacer bien a todos, con los escasos placeres de este barrizal... y con la esperanza de... ¿quién sabe? ¿Por qué no puede venir un día otra inundación que me abra el camino del río inmortal para siempre? Si yo me muero antes, me basta con esta vida a la que me he acostumbrado; pero, ¿quién me quita a mí la esperanza de esperar la otra?

El Surubí se estaba metiendo en muchas filosofías y a mí la humedad me estaba haciendo mal. Me levanté, le tiré un cascotazo al pato sirirí y todos los acuátiles se zambulleron y toda la bandada se levantó de un golpe, sacudiendo el ambiente purísimo con el aletear repentino y unánime de sus rémiges poderosas.
LEONARDO CASTELLANI.
CAMPERAS.

Y, para no traicionar la "estética" de este blog, esta poesía:

Señor ¿piensas que puedo sin contigo
vivir en el desierto del deber?
Yo no puedo vivir sin un amigo
y soy sediento peor que una mujer.
Pronta es mi voluntad, siempre lo digo
y es tuyo mi querer, pero en mi ser
ocupa una región el enemigo
y una cosa es querer y otra es poder.
Tiemblo de mí en el tiempo y la galbana
de tu ausencia; estoy muerto, me has herido
demasiado, golpeado demasiado,
Plomo en el ala y en la testa cana
plomo, haré un disparate maldecido
si faltas demasiado de mi lado...
Señor, si al fin voy a morir mañana...


Manresa, 1 de noviembre de 1947.

03 agosto 2005

No traje a este blog todavía nada de Lugones; a pesar de que, en mi opinión, es el Gran Poeta Argentino.
Sí, sé que parece un tanto recargado y ampuloso. Pero, precisamente (por más que nos cueste reconocerlo) así es el argentino. Y precisamente porque esas son nuestras características ponemos tanto énfasis en negarlas, en atribuirnos otros supuestos defectos que consideramos mas interesantes y llamativos.
Porque confesémoslo: es mucho más interesante decir que somos una nación que ha perdido su "ser nacional" por un desmedido afan cosmopolita, por estar siempre mirando a Europa (o a los Estados Unidos, o a quien sea) que reconocer llanamente que no somos más que unos perdularios a quien nos deslumbran las cuentas de colores, por el sólo hecho de que alguien nos asegura que son "exclusivas".
Y esta crítica no tiene diferencias políticas, ni ideológicas, ni filosóficas. Vale para todos. Es tan imbécil "comprar" creyendo que aquello que nos ofrecen es moderno, ló último en existencia (y no estoy hablando de cosas materiales, sino también de ideas, opiniones, etcétera) como hacerlo porque, nos dicen, tiene el lustre de lo antiguo, lo venerable, lo "tradicional".
Todo esto se soluciona, si se quiere, fácilmente ejercitando nuestra capacidad crítica. Pero para eso hay que saber qué somos, cuáles son nuestras tentaciones. Y si aceptamos esa nuestra condición, digamos,... barroca, y hacemos de ella materia prima, podemos hacer algo tan espectacularmente elegíaco como esto:

A LOS GAUCHOS

Raza valerosa y dura
que con pujanza silvestre
dio a la patria en garbo ecuestre
su primitiva escultura.
Una terrible ventura
va a su sacrificio unida,
como despliega la herida
que al toro desfonda el cuello,
en el raudal del degüello
la bandera de la vida.

Es que la fiel voluntad
que al torvo destino alegra,
funde en vino la uva negra
de la dura adversidad.
Y en punto de libertad
no hay satisfacción más neta,
que medírsela completa
entre riesgo y corazón,
con tres cuartas de facón
y cuatro pies de cuarteta.

En la hora del gran dolor
que a la historia nos paría,
así como el bien del día
trova el pájaro cantor,
la copla del payador
anunció el amanecer,
y en el fresco rosicler
que pintaba el primer rayo,
el lindo gaucho de Mayo
partió para no volver.

Así salió a rodar tierra
contra el viejo vilipendio,
enarbolando el incendio
como estandarte de guerra.
Mar y cielo, pampa y sierra,
su galope al sueño arranca,
y bien sentada en el anca
que por las cuestas se empina
le sonríe su Argentina
linda y fresca, azul y blanca.

Luego al amor del caudillo
siguió, muriendo admirable,
con el patriótico sable
ya rebajado a cuchillo;
pensando, alegre y sencillo,
que en cualesquiera ocasión,
desde que cae al montón
hasta el día en que se acaba,
pinta el cub de la taba
la existencia del varón.

Su poesía es la temprana
gloria del verdor campero
donde un relincho ligero
regocija la mañana.
Y la morocha lozana
de sediciosa cadera,
en cuya humilde pollera,
primicias de juventud
nos insinuó la inquietud
de la loca primavera.

Su recuerdo, vago lloro
de guitarra sorda y vieja,
la patria no apareja
preopación ni desdoro.
De lo bien que guarda el oro,
el guijarro es argumento;
y desde que el pavimento
con su nivel sobrepasa,
va sepultando la casa
las piedras de su cimiento.


O tan maravillosamente simple, entrañable y casi infantil como esto otro:

EL HORNERO

La casita del hornero
tiene alcoba y tiene sala.
En la alcoba la hembra instala
justamente el nido entero.

En la sala, muy orondo,
el padre guarda la puerta,
con su camisa entreabierta
sobre su buche redondo.


Lleva siempre un poco viejo
su traje aseado y sencillo,
que, con tanto hacer ladrillo,
se la habrá puesto bermejo.

Elige como un artista
el gajo de un sauce añoso,
o en el poste rumoroso
se vuelve telegrafista.

Allá, si el barro está blando,
canta su gozo sincero.
Yo quisiera ser hornero
y hacer mi choza cantando.

Así le sale bien todo,
y así, en su honrado desvelo,
trabaja mirando al cielo
en el agua de su lodo.
Por fuera la construcción,
como una cabeza crece,
mientras, por dentro, parece
un tosco y buen corazón.

Pues como su casa es centro
de todo amor y destreza,
la saca de su cabeza
y el corazón pone adentro.

La trabaja en paja y barro,
lindamente la trabaja,
que en el barro y en la paja
es arquitecto bizarro.

La casita del hornero
tiene sala y tiene alcoba,
y aunque en ella no hay escoba,
limpia está con todo esmero.

Concluyó el hornero el horno,
y con el último toque,
le deja áspero el revoque
contra el frío y el bochorno.

Ya explora al vuelo el circuito,
ya, cobre la tierra lisa,
con tal fuerza y garbo pisa,
que parece un martillito.

La choza se orea, en tanto,
esperando a su señora,
que elegante y avizora,
llena su humildad de encanto.

Y cuando acaba, jovial,
de arreglarla a su deseo,
le pone con un gorjeo
su vajilla de cristal.


Claro que el precio de esta asunción de nuestra condición puede ser muy caro. Y creo esta aceptación es la que hizo caer a Lugones en la desesperanza (en el sentido más preciso del término) que lo llevó a esa -al decir del P. Castellani- "muerte de sirvienta". Y ya que lo mentamos, me parece que Castellani también logró esa aceptación... y -aunque con más éxito que Lugones- tampoco salió inmune.
Pero esto es para hablarlo otro día.

02 agosto 2005

Y bien don Eulogio Díaz del Corral, supongo que si nos conociéramos no coincidiríamos en casi nada.
Pero esto que has escrito sirve para la ocasión...

Limpia mis ojos, Señor,
para que así puedan ver
que sólo Tú lo eres todo
en mil formas a la vez.

Todas las madres, María.
Todos los padres, José.
En cada niño que nace
Jesús ha vuelto a nacer.

...Y siempre es tu corazón
el que late en cada ser,
en el hombre que respira,
en la anciana, en la mujer,
en el pájaro que vuela,
en las plantas y en el pez,
en la tormenta que ruge
y en el bello atardecer".